Los bajos salarios lastran el despegue definitivo del mercado inmobiliario. No importa que los tipos de interés hayan bajado. No importa que los precios de la vivienda se hayan ajustado. No importa que se hayan creado puestos de trabajo. No importa que los bancos hayan suavizado sus condiciones de financiación. La familia media española sigue sin poder acceder al mercado inmobiliario según se desprende de diversos análisis. Los salarios no alcanzan para ello y, sin embargo, y pese a todo lo indicado anteriormente, las estadísticas oficiales respecto a los datos del mercado inmobiliario son francamente positivas. Esas estadísticas hablan de recuperación de la concesión de hipotecas, del aumento de las transacciones, de la subida de los precios… Muchos factores sin duda positivos.

Muchos factores que invitan a un optimismo sólo frenado por el temor a que muchas familias sigan sin poder acceder al mercado inmobiliario para adquirir su primera vivienda.

Hay analistas que destacan cómo la mayor parte de las operaciones de compra-venta que se realizan hoy en día son consecuencia de la existencia de una importante “demanda de reposición”. Por demanda de reposición se entiende la demanda formada por hogares que ya tienen una casa en propiedad y que venden esta casa para comprar una nueva vivienda. Pero… ¿y la demanda básica? Es decir: ¿y la demanda de quien busca una primera vivienda? Esa demanda que quiere, por vez primera, acceder a una vivienda, es una demanda débil. Los precios son, todavía, inaccesibles para muchas familias. Y éstas no podrán dar el paso para comprar una casa hasta que no se cumplan dos requisitos. El primero es que los puestos de trabajo se vuelvan más estables. El segundo es que esos puestos de trabajo sean mejor retribuidos. Es decir: que se eleven los salarios. La elevación de los salarios es una condición sine qua non para que la demanda potencial de vivienda se convierta en efectiva.

Del grado de conversión de esta demanda potencial en demanda efectiva dependerá en gran medida la mayor o menor recuperación total del mercado inmobiliario. Los datos no parecen invitar al optimismo. Sin ir más lejos, los porcentajes más elevados de paro se dan entre los jóvenes, es decir, entre aquellos que deberían comprar los pisos en el futuro. Si añadimos a esto el hecho de que los datos demográficos referentes a la formación de nuevos hogares hablan de una importante caída del número de nuevos hogares que se formarán cada año. Estos nuevos hogares, además, tendrán menos miembros que los que han tenido hasta ahora los hogares españoles y, en muchos casos, serán hogares monoparentales. El sector inmobiliario, sin duda, deberá tener en cuenta esto para no construir viviendas que no vayan a tener demanda. Diciéndolo de una manera sencilla: muy probablemente, las viviendas que se construyan en el más inmediato futuro en nuestro país quizás no necesiten ser tan grandes como las que se han venido construyendo hasta ahora. En ellas, al menos, sobrará alguna estancia.

Los mismos informes que destacan los aspectos anteriores destacan, también, algo que no puede obviarse y que debería servir como estímulo para toda persona o todo hogar que estuviera planteándose la conveniencia o no de comprar, en el momento actual, una vivienda. Esos informes hablan de que las circunstancias económicas actuales de España y la situación general del mercado inmobiliario en nuestro país hacen del momento actual el mejor momento de entre los últimos años para comprar un piso. Eso sí: sólo para los hogares con ingresos estables y ahorro disponible.