Hemos dejado constancia de ello en alguno de nuestros artículos anteriores: la tecnología está cambiando el mundo de los negocios y, dentro de él, el sector inmobiliario. Y eso a pesar de que éste se ha mostrado tradicionalmente como un sector resistente al cambio.

La aparición de nuevos actores digitales en el mercado, sin embargo, está haciendo que cambie también un sector tan reacio al cambio como lo es el sector inmobiliario. La evolución que está experimentando este sector, sin embargo, no sólo tiene que ver con el uso de tecnologías y herramientas digitales. En el fondo, lo que la tecnología está impulsando en cierta medida en el sector inmobiliario es la integración en desarrollos y modelos de negocio la digitalización para, en base a su uso, conseguir una serie de beneficios muy específicos, que pueden ir desde la obtención de ventajas competitivas hasta la optimización de procesos, pasando por la reducción de costes y, en la medida de lo posible, la habilitación de nuevas líneas de negocios.

Ya hemos hablado en nuestro blog de las proptech, empresas que, vinculadas al negocio inmobiliario, nacen en internet y que basan su estrategia en servirse de la tecnología para revolucionar dicho negocio.

Dentro de este ambiente cabe inscribir el nacimiento y eclosión del open banking, un concepto que hace referencia a los ecosistemas digitales de las APIS ofrecidas por los bancos. Las APIS, por su parte, son plataformas tecnológicas de los bancos que sirven para dar acceso a sus datos a terceros. Esto, sin duda, supone toda una revolución. No en vano, y hasta ahora, los bancos y su negocio funcionaban como un ecosistema cerrado que denegada el acceso a quien no formara parte integrante de él. Con la llegada del open banking, ese sistema tradicionalmente cerrado se vuelve abierto.

El cambio de paradigma ha sido, en gran medida, un cambio impuesto desde las órbitas políticas. Ha sido desde la Unión Europea desde donde se ha impulsado la normativa PSD2 (Second Paymoment Services Directive), una normativa que entró en vigor en enero del presente año y que ha impuesto a las entidades bancarias la obligación de poner todo su conocimiento, y mediante el empleo de APIs abiertas, a disposición de terceras empresas. Dicho de otro modo: que el dato, que antes era propiedad del banco, pasa a ser propiedad del cliente.

¿Cuál es el primer efecto de esta revolución? Lo que se ha dado en llamar desintermediación y desgregación de gran número de servicios financieros o, lo que viene a ser lo mismo, que se posibilita la aparición de nuevos actores que, en base a las necesidades cambiantes de los clientes y del mercado, desarrollen nuevos productos y servicios. El principal objetivo de estos nuevos actores deberá ser satisfacer las exigencias de un nuevo consumidor que, en líneas generales, se caracteriza por estar muy conectado a la red y, por tanto, bastante informado.

Como señalamos en algún artículo anterior de nuestro blog, el big data o análisis de datos es una de las grandes herramientas tecnológicas de las que se está sirviendo cada vez más el sector inmobiliario. Muchas empresas inmobiliarias se apoyan en él y en la utilización del volumen de datos que el mismo permite para impulsar su renovación. En este sentido, el open banking adquiere una importancia capital. El open banking, por ejemplo, puede servir a una empresa inmobiliaria para conocer la situación financiera real de su cliente. Gracias al open banking, pues, la empresa inmobiliaria podría evitar riesgos de insolvencia por parte de sus clientes o eludir tratos con clientes que, por ejemplo, estuvieran asociados en mayor o menor grado al blanqueo de capitales.

El open banking, afirman sus más entusiásticos defensores, permitirá que muchos procesos propios del mercado inmobiliario (alquileres, procesos de compra, seguros de inquilinos, etc.) se puedan realizar online. Gracias al open banking se podrá prescindir no sólo de la presencia física de los interesados en un determinado trámite o transacción, sino que se podrá eliminar, también, el uso de documentación escaneada. Lo que se conseguirá, en definitiva,