Si hubo una época infame para el urbanismo de Barcelona ésa fue la que se conoce con el nombre de “porciolismo”. Con este término se define la acción como alcalde de José María de Porcioles, el jurista, notario y político que durante más tiempo ocupó el cargo de Alcalde de Barcelona durante la Dictadura del General Franco. Exactamente fueron 16 años lo que Porcioles permaneció al frente de la Alcaldía barcelonesa. Sin duda, un tiempo más que suficiente como para dejar su huella en la historia de la ciudad. Sus defensores hablan de él como del alcalde que impulsó la imagen de la ciudad como sede excepcional de ferias y congresos y que renovó una serie de infraestructuras básicas (el agua, el gas, el alcantarillado o el alumbrado urbano) que habían quedado obsoletas.

Los detractores de Porcioles, por su parte, hablan de él como del responsable máximo de la perversión definitiva de los sueños urbanistas de Ildefons Cerdà y del afeamiento del paisaje urbano barcelonés. Durante el mandato de Porcioles se cuidó muy poco el rico patrimonio histórico arquitectónico de Barcelona y, amparándose en la necesidad de crear el máximo de viviendas posibles para acoger a parte de la inmigración que, desde todos los rincones de España, fluía hacia Barcelona, se redactaron y aprobaron ordenanzas que apostaban por el crecimiento en altura. Estas ordenanzas, en el fondo, favorecían la especulación urbanística.

El ánimo especulador imperante en la época, al amparo de la nueva legislación, permitió y fomentó la continuada ocupación de los interiores de las manzanas con construcciones que se iban añadiendo una tras otra y que llegaban a tener incluso dos plantas y, sobre todo, posibilitó el nacimiento de un tipo de edificación que se conoce con el nombre de remontas y que no eran otra cosa que edificaciones que se realizaban sobre los edificios existentes, añadidos arquitectónicos que se izaban sobre las viejas azoteas y que desvirtuaban la imagen elegante o señorial de muchas construcciones del Eixample barcelonés.

De las remontas barcelonesas, a las que humorísticamente se llamó barrets (sombreros), se ha escrito largo y tendido y siempre se ha hecho asociando su construcción a lo que se ha conocido como “especulación en altura”. Las ampliaciones de la edificabilidad porciolistas permitieron la aparición de las remontas. Como sucede con tantas cosas, no se puede generalizar a la hora de hablar de su efecto sobre el paisaje urbano. En algunos casos, los arquitectos responsables de la realización de dichas remontas procuraban que las mismas se integraran lo más discretamente posible en el edificio en que eran construidas. En otros casos, sin embargo, se producían auténticas aberraciones arquitectónicas.

Las ampliaciones de la edificabilidad de la era Porcioles abrieron en Barcelona unas posibilidades de crecimiento en altura que, en gran medida, todavía duran. En una calle de la trama Cerdà de 20 metros de anchura, por ejemplo, un edificio puede tener planta baja y cinco alturas. Si la calle es más ancha, el edificio puede tener planta baja y hasta seis pisos de altura.

Remontas del siglo XXI

Sin duda, son muchos los edificios que aún pueden crecer en altura en Barcelona. ¿Cuántos? Tantos como para que existan 500.000 metros cuadrados edificables en azoteas de diferentes edificios de la ciudad. Muchos, sin duda, como para no llamar la atención de emprendedores como Joan Artés, arquitecto y fundador de la empresa La Casa por el Tejado. Artés, aprovechando la legalidad de las remontas, ha ideado un nuevo método para edificar sobre las azoteas de la ciudad y, de ese modo, aprovechar al máximo la permisibilidad legal.

El Ayuntamiento de Barcelona ha dado su beneplácito a las remontas de La Casa por el Tejado argumentando que las mismas se enmarcan en la más estricta legalidad permitida en el plan vigente para la ciudad. Para no saltarse la legalidad es imprescindible que la remonta “se coloque” sobre la azotea de un edificio que no haya agotado su edificabilidad. Decimos “se coloque” porque las nuevas remontas diseñadas y construidas por La Casa por el Tejado no se construyen in situ, es decir sobre el edificio mismo, sino en una nave industrial en Cornellà de Llobregat.

Las remontas de La Casa por el Tejado son, pues, pisos prefabricados, módulos ligeros a los que se les coloca los elementos propios de toda vivienda (ventanas, pavimento, cocinas…). Transportados en grandes camiones, son colocados sobre las azoteas con una grúa de gran tonelaje. La instalación de las remontas suele realizarse en días festivo. La necesidad de utilizar las referidas grúas de gran tonelaje implica que el tráfico deba ser cortado, lo que resulta menos traumático para la movilidad urbana en un día no laborable.

El Ayuntamiento de Barcelona obliga a las nuevas remontas a cumplir los requisitos de accesibilidad, habitabilidad, protección contra incendios, etc. que se exige cumplir a una construcción tradicional y, además, deben someterse a un examen que determine si la remonta diseñada cumple con la normativa que, creada específicamente para el Eixample, obliga a las nuevas edificaciones a cumplir una serie de requisitos estéticos.

Para el Ayuntamiento de Barcelona, es esta obligatoriedad de cumplir unos requisitos estéticos lo que diferencia a las modernas remontas construidas por empresas como La Casa por el Tejado de las tan criticadas remontas del porciolismo.

Las comunidades de vecinos, por su parte, encuentran en estas nuevas remontas una ocasión de oro para realizar obras de rehabilitación en el edificio. Esas obras son financiadas por La Casa por el Tejado. Ésta, tras comprobar que el proyecto de edificación de una remonta es viable, negocia con la comunidad de vecinos. Si ésta da su aprobación unánime, la empresa constructora de la remonta compra el derecho de vuelo de la finca, así como la cubierta. El dinero de dicha compraventa se destina a las obras de rehabilitación de la finca, que pueden consistir desde la rehabilitación de la fachada, el vestíbulo o las escaleras hasta la instalación de un ascensor. Si el dinero obtenido de la compraventa excede al coste de las obras, la comunidad de vecinos recibe el importe correspondiente, que va a engrosar los recursos monetarios de la comunidad.

Las nuevas remontas barcelonesas tienen entre 70 y 180 metros cuadrados y cuestan entre 4.000 y 5.000 euros por metro cuadrado.