El pasado mes de marzo moría en Miami Zaha Hadid, una estrella de la arquitectura mundial. Con Zaha Hadid se iba una renovadora absoluta, una mujer que, desde su origen iraquí (nació en Bagdad hace 65 años), consiguió convertirse en una referencia absoluta de la arquitectura contemporánea. Edificios como el Centro de Arte Contemporáneo Rosenthal de Cincinnati, el anexo a las bodegas Viña Tondonia en Haro (Logroño) o el Centro Cultural Heydar Aliyev fueron, entre otros, algunos de sus edificios más representativos.

Si hay una arquitecta con fama internacional, ésa es Zaha Hadid. Educada por monjas francesas, Hadid estudió matemáticas en Beirut cuando su familia tuvo que marchar del país al llegar al poder Saddam Hussein y llegó a Inglaterra cuando tenía 20 años. Londres se convirtió entonces en su lugar de residencia y el punto desde el que proyectarse hacia el mundo como una innovadora arquitecta. En Londres estudió en la prestigiosa escuela de arquitectura AA de Bedford Square. Su licenciatura tuvo lugar en 1977. Tras su licenciatura, Zaha Hadid empezó a trabajar en el estudio del arquitecto holandés Rem Koolhaas. Empezaba, en la vida de Zaha Hadid, una lucha denodada por ser reconocida interiormente como lo que era: una gran arquitecta.

Para ser valorada como tal tuvo que luchar denodadamente contra injusticias tales como la de ganar concursos y ver después cómo le proyecto que finalmente se construía estaba firmado por otro arquitecto. Eso mismo fue lo que le sucedió a Zaha Hadid con la Ópera de Cardiff, en Gales. Ella ganó el concurso, pero fue Norman Foster quien levantó el edificio. Una flagrante injusticia que la hizo sentirse sola. Sólo Richard Rogers, arquitecto británico de origen italiano y autor de obras como el parisino Centro George Pompidou o de algún edificio de la Terminal 4 del aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas (Madrid), inició una protesta pública por el hecho.

Zaha Hadid, con un espíritu creativo imbatible, diseñó joyas, muebles, zapatos, bolsos, barcos, y, por encima de todo, se puso un objetivo entre ceja y ceja: “romper los límites de la arquitectura”. Para ello, Zaha Hadid defendió la necesidad de convertir los edificios en paisaje y la de repensar los límites físicos de las construcciones. Quizás fue ese planteamiento revolucionario el que hizo que muchos la consideraran, en sus inicios, no tanto una arquitecta sino una pensadora de la forma. Los dibujos de Zaha Hadid eran unos dibujos rompedores, casi utópicos. ¿Podían construirse aquellos edificios de apariencia expresionista?

Zaha Hadid, que en múltiples entrevistas resaltó los esfuerzos que tuvo que hacer como mujer para abrirse paso y ser respetada en una profesión mayoritaria y tradicionalmente masculina, destacó en alguna ocasión que a favor de su arquitectura jugó un acontecimiento determinante en la historia de la arquitectura: la construcción del Guggenheim de Bilbao. Gehry, arquitecto que firmó el maravilloso proyecto arquitectónico bilbaíno, abrió la puerta a una serie de arquitectos que deseaban romper los límites físicos y formales de la arquitectura. Entre todos esos arquitectos se encontraba Zaha Hadid.

Zaha Hadid ha firmado obras como la estación de bomberos de Vitra (en Weil am Rheim, en Alemania), la plataforma de saltos de esquí Bergisel (Innsbruck, Austria), el Museo de Artes del Siglo XXI de Roma, el Centro Acuático de Londres, la fastuosa Ópera de Guangzhou (China) o la galería Sackler Gallery (Londres). En la mayor parte de estas obras se pueden encontrar una serie de características que servirían para identificar claramente un estilo, el de Zaha Hadid, que ha sido calificado en más de una ocasión como “neofuturista”. Las dos principales de entre dichas características son las poderosas curvas y las estructuras alongadas.

Zaha Hadid fue la primera mujer en recibir los que se considera el Nobel de la Arquitectura, el premio Pritzker. Zaha Hadid también fue distinguida como Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y como Dama Comandante del Imperio Británico por su contribución a la arquitectura.