No hace demasiados años de ello. Hablar de Barcelona era, apenas dos o tres décadas atrás, hablar de una ciudad en la que la Arquitectura brillaba con luz propia. Del pasado llegaban los nombres de Gaudí, de Puig i Cadafalch o de Domènech i Montaner como autores de algunos de los edificios más relevantes arquitectónicamente de la ciudad y a ellos se sumaban los de otros insignes arquitectos del momento, locales o foráneos. Entre los primeros podemos citar, entre otros, a gente como Ricardo Bofill, Oriol Bohigas, Óscar Tusquets o Enric Miralles. Entre los segundos, arquitectos de fama internacional y reconocido prestigio como Norman Foster, Toyo Ito o Jean Nouvel. Al patrimonio histórico del modernismo (Palau de la Música Catalana, casas Batlló y Milà, Hospital de Sant Pau, Casa Amatller o Casa de les Punxes, entre otras maravillas de la arquitectura de la ciudad) se sumaban obras como la Torre Agbar, la Torre de Collserola, el Port Olímpic o el Mercado de Santa Caterina. Todo ello convertía a Barcelona en un destino turístico ideal para todas aquellas personas que estuvieran interesadas en la arquitectura.
La llegada de la crisis supuso que el papel desempeñado hasta ese momento por los llamados “arquitectos estrellas” sufriera un duro mazazo. De hecho, ese mazazo afectó a toda la profesión. No podía ser de otro modo ante una situación que paralizó el mercado y que supuso que dejaran de financiarse proyectos arquitectónicos o urbanísticos. Muchos despachos cerraron y otros debieron adaptarse a la nueva situación reduciendo sus plantillas en busca de una viabilidad económica que les permitiera seguir funcionando.
Uno de los efectos más claros de la crisis del sector inmobiliario ha sido el freno a la obra pública. Con la crisis se acabaron los proyectos que hacían de la espectacularidad su característica fundamental. La Administración pública no se encuentra en la situación económica adecuada para financiar proyectos arquitectónicos o urbanísticos faraónicos. Esto ha hecho que los arquitectos que han sobrevivido al vendaval de la crisis hayan orientado sus esfuerzos profesionales al sector privado y, dentro de éste, al sector residencial. Gente como Óscar Tusquets, por ejemplo, autor de obras como la ampliación de la Facultad de Medicina de Barcelona, de la remodelación del Palau de la Música o, en colaboración con otros arquitectos, de la construcción de la Villa Olímpica (así como de un sinfín de equipamientos públicos como la estación de ferrocarriles de Manresa o, el Polideportivo Daoiz y Velarde de Madrid o la estación de metro Toledo de Nápoles), firma ahora, como socio del estudio TDA, proyectos como el de Torre Melina, un edificio con 36 viviendas en el distrito de Les Corts.
El caso de Tusquets sirve para ejemplificar hasta qué punto en el mercado inmobiliario barcelonés actual se valora positivamente el contar con un arquitecto reconocido entre el equipo que impulse todo proyecto. Esto se hace especialmente relevante ante los inversores extranjeros, que consideran al arquitecto de prestigio un valor añadido a la hora de decidirse a realizar una inversión.
Buscar arquitectos con experiencia, que conozcan los gustos de los compradores y sepan no sólo cumplir los plazos de entrega sino, también, calcular la rentabilidad de una obra y construir ajustándose a los límites de lo presupuestado, es la prioridad de los promotores inmobiliarios. Así, MG Grupo Inmobiliario, especialista en la zona alta de Barcelona, busca arquitectos que se ajusten a esos cánones y, además, plasmen una estética que, sin dejar de ser vanguardista, resulte hogareña.
Los nuevos vientos favorables que soplan para el mercado inmobiliario parecen hacerlo también para los arquitectos. Éstos, adaptándose a los nuevos tiempos, tendrán la ocasión de poner de moda el piso de autor. Siempre que no regrese la macroinversión pública en grandes proyectos arquitectónicos o urbanísticos, el sector privado y, con ello, la vivienda familiar, deberá ser el refugio de todos los arquitectos que, siempre ajustándose a un presupuesto, quieran plasmar su concepción de la Arquitectura y su sello personal. A su modo, ellos también colaborarán (como hicieron tantos arquitectos precedentes) en la elaboración y mantenimiento de una determinada imagen de Barcelona.