Son muchos los museos y centros culturales del mundo que a lo largo de este año le han prestado atención y dedicado algún que otro acto, exposición, debate, etc. Los últimos son la malagueña Academia de Bellas Artes de San Telmo y el Centro Pompidou de la ciudad andaluza de la Costa del Sol. Son cuatro las conferencias que, a partir de hoy, estas dos entidades han organizado en Málaga para hablar de diversos aspectos relacionados con la historia y las características de la Bauhaus, la escuela de arquitectura y diseño que durante los años 20 dinamizó la arquitectura y el diseño alemán y que, por la influencia que ha tenido posteriormente, forma parte sin duda de la historia de la arquitectura.

El que sean muchos los museos y asociaciones culturales del mundo que, al igual que el Centro Pompidou Málaga o la Academia de Bellas Artes de San Telmo, han centrado su mirada a lo largo de este año y de un modo u otro, en la Bauhaus y en lo que ésta ha representado para la historia de la arquitectura y el diseño, se debe a un motivo: en este año de 2019 se han cumplido 100 años desde la fundación de esta escuela de arquitectura alemana. Con este artículo queremos, desde este blog dedicado al mercado inmobiliario y a la arquitectura, rendir también nuestro pequeño homenaje a esta escuela de arquitectura y diseño que, en apenas catorce años, dejó una huella imperecedera en la historia de la arquitectura y, por supuesto, también del diseño.

La Bauhaus o Staatliches Bauhaus (Casa de Construcción Estatal) fue fruto del sueño casi de connotaciones utópicas de Walter Gropius, un arquitecto, urbanista y diseñador berlinés que, veterano de guerra, imaginó tras la Primera Guerra Mundial que la Alemania que había sido destruida por la guerra solo podía ser reconstruida por una generación de jóvenes que, dotados de una serie de habilidades tanto prácticas como intelectuales, se movieran inspirados por un único afán: el de construir una sociedad en la que se desterrara todo tipo de egoísmo y que resultara mucho más civilizada que la sociedad que había llevado hasta la Gran Guerra.

Para conseguir ese fin, sostenía Gropius, era necesario crear una escuela en la que imperaran dos conceptos: democracia y co-educación. Basándose en la confluencia de ambos conceptos, pensaba Gropius, se podría impartir un plan de estudios que se saliera de lo convencional y que permitiera a cada uno de los alumnos que lo siguieran el poder formarse y desarrollarse a nivel artístico y personal siguiendo su propio ritmo.

El punto de arranque de la Bauhaus tiene que ver con el instante en el que Walter Gropius fue nombrado encargado de la escuela de arte en Weimar. Al acceder al cargo, Gropius tomó una decisión trascendental: la de combinar la Academia de Bellas Artes con la Escuela de Artes y Oficios. ¿Qué pretendía con ello? Unificar las actividades impartidas en ambos lugares y romper la barrera que separaba a artistas y artesanos. Desde el punto de vista de Gropius, los estudiantes de Bellas Artes deben ensuciarse las manos colaborando con todo tipo de artesanos. ¿Qué se perseguía con ello? Crear una obra de arte total a partir del derrumbe de barreras entre pintores, escultores, artesanos y arquitectos.

Otro de los aspectos que Walter Gropius tuvo en cuenta al crear la Bauhaus fue copiar el modelo de las Arts and Crafts, un modelo que, en gran medida, era debido al arquitecto, diseñador, traductor, poeta, novelista y activista socialista británico William Morris. Defensor de la producción artesanal frente a la producción industrial que poco a poco, y a lo largo del siglo XIX, se había ido adueñando de las artes decorativas y la arquitectura, Morris diseñó un modelo educativo/productivo de inspiración medieval según el cual los estudiantes de bellas artes iniciaban sus estudios siendo aprendices, se hacían después oficiales y finalmente, si se revelaban como creadores de calidad, accedían a la categoría de maestros. Gropius, desde el manifiesto de fundación de la Bauhaus, expresó también, al igual que lo había hecho William Morris, el deseo de volver a lo artesanal y de impulsar el regreso del arte al ámbito de lo social.

Para formar al estudiante que Gropius había imaginado como estudiante prototípico de la Bauhaus, era necesario contar con la colaboración del mejor equipo educativo. Para ello era necesario, inexorablemente, contratar a los más reputados profesionales dentro de cada actividad para que, de ese modo, esos profesionales pudiesen poner sus conocimientos al alcance del alumnado de la Bauhaus. Así, gente como Schlemmer (escultura en piedra), Kandinsky (pintura mural), Marcel Breuer (taller de muebles) o Herbert Hayer (tipografía), entre otros, ejercieron de profesores en una Bauhaus en la historia de la cual podemos distinguir tres etapas bien diferenciadas:

  • Un primer período que va desde la fundación de la escuela en 1919 hasta el traslado de la misma en 1925 a Dessau y que coincide con el período durante el cual Walter Gropius fue director de la misma.
  • Un segundo período en el que la escuela, tras haberse cerrado en Weimar, se abre de nuevo en Dessau y durante el cual son dos las personas que, de manera consecutiva, ejercen la dirección de la Bauhaus. La primera de ellas fue Hannes Meyer, que accedió al cargo en 1928, tras la renuncia de Gropius al mismo, y que dio al diseño y a la arquitectura una orientación más realista. Despreocupado del tema estético, Meyer centró su interés en los materiales y la tecnología. Su ideología marcadamente marxista hizo que, dos años después de acceder al cargo de director de la Bauhaus, fuese sustituido por el célebre arquitecto germano-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe.
  • Un tercer período que se inicia con el traslado de la escuela a Berlín y que finaliza en 1933 con el cierre de la Bauhaus por parte del régimen nacionalsocialista liderado por Adolf Hitler.

Durante esos tres períodos y con mayor o menor intensidad, la Bauhaus se convirtió en una factoría de la que salían un sinfín de creaciones. En la Bauhaus se diseñaron barrios enteros, pero también juegos de té, sillas, mesas, escritorios, lámparas, murales, juguetes, joyas, vidrieras…

Para los nazis, sin embargo, el arte creado desde la Bauhaus era un arte decadente y, lo que era peor, subversivo. La llegada al poder de Hitler, pues, solo podía significar para la Bauhaus una cosa: su desaparición. Hitler, que había sido en su juventud un pintor fracasado (¿cuánto no se ha teorizado sobre cómo habría cambiado la historia del mundo en el siglo XX si Hitler hubiera triunfado como pintor?), consideraba que la Bauhaus era poco menos que un nido de víboras. Allí, en la Bauhaus, y desde el punto de vista de Hitler, abundaban los judíos y los internacionalistas. Allí proliferaban los socialistas y, lo que era peor para el Führer, los comunistas. Por eso el 11 de abril de 1933 se decretó el cierre de la escuela. Mies van der Rohe, Gropius y muchos otros profesores huyeron del país temerosos de las represalias del régimen con los disidentes. Con el cierre de la Bauhaus se cerraba una escuela de arquitectura y diseño cuyas creaciones habían de ser determinantes a la hora de marcar el rumbo a seguir por ambas disciplinas durante las siguientes décadas. La arquitectura y el diseño actual, en gran medida, habrían sido radicalmente distintas de no haber existido la Bauhaus.