Con demasiada frecuencia durante los últimos tiempos se pone en duda el atractivo de Catalunya y, más concretamente, de Barcelona, como foco de atracción de la inversión internacional. A estas alturas, nadie puede dudar que la inestabilidad política derivada de lo que se ha dado en llamar, de forma popular, y de manera global, “el procés”, ha acabado por tener influencia, en mayor o menor medida, sobre la situación económica. Del mismo modo, nadie puede dudar tampoco que, por ese motivo, cualquier dato económico puede ser utilizado y manipulado a su antojo por cada una de las partes del conflicto. Por eso hay que andar siempre de puntillas a la hora de comunicar cualquier noticia que tenga que ver con lo económico y que, a priori, pueda servir para reforzar el argumentario y las posturas políticas de alguna de las partes. Pero los datos son los datos y, ciertamente, hay un dato que en buena medida desmiente las posturas más agoreras respecto al mayor o menor atractivo de la economía catalana para los inversores internacionales y ese dato es el siguiente: la inversión extranjera en el sector inmobiliario catalán subió el 137% en el 2018.
Los datos recogidos por una inmobiliaria de prestigio señalan cómo, en líneas generales, la inversión en el sector inmobiliario catalán cayó. ¿El motivo? La inversión nacional se desplomó. Si los inversores españoles habían invertido en el sector inmobiliario catalán un total de 859 millones de euros en 2017, en 2018 sólo lo habían hecho en una cantidad que apenas superaba los 360 millones de euros. “El procés”, en este sentido, y todos los hechos acaecidos tras el 1 de octubre de 2017, parecían haber pesado de una manera decisiva en el proceso de toma de decisiones de los inversores nacionales y eso se había traducido, directamente, en este constatable descenso (las cifras no mienten) de la inversión nacional.
El descenso de la inversión nacional en el mercado inmobiliario catalán podría haber resultado ciertamente catastrófico para el mismo, pero fue compensado, en gran medida, por el incremento de la inversión extranjera. Si los fondos extranjeros incrementaron su inversión en un 57% más que el año anterior realizando una inversión total que rondó los 580 millones de euros, las socimis, con una inversión de 326 millones de euros, incrementaron la suya en un 47%.
Con esta decisión, alejada completamente de la influencia de lo que en algunos medios se denomina “ruido político”, los inversores internacionales han demostrado que ven factible que, a medio o largo plazo, sus inversiones les proporcionen beneficios, lo que implica la asunción de una imagen: la del mercado inmobiliario catalán en general y barcelonés en particular como un mercado atractivo. No en vano, Barcelona, junto a ciudades como Frankfurt, Ginebra, Kyoto, Miami, Viena o Bruselas, ha sido declarada una de las ciudades “influencers” del mundo.
Que Barcelona haya sido declarada ciudad “influencer” es debido fundamentalmente a un hecho incontrovertible: Barcelona, al poseer importantes centros de innovación y parques tecnológicos de primera fila, ofrece capacidades de primer nivel tanto en ciencia como en tecnología. Por eso, seguramente, y por disponer (no debe obviarse nunca este dato) de un clima excepcional comparado con el de otras ciudades europeas, Barcelona es considerada la quinta ciudad del mundo más deseada para vivir por los trabajadores del sector tecnológico y la tercera más demandada por los emprendedores como lugar “idóneo” para establecer sus empresas.
Los analistas inmobiliarios apuntan que, aparte de estos factores, hay otros que juegan a favor del atractivo del mercado inmobiliario barcelonés. Esos factores serían:
- Alta calidad de vida en la ciudad.
- Buen posicionamiento de la marca Barcelona a nivel mundial.
- Coste inmobiliario asequible en comparación con el coste del metro cuadrado en otras ciudades europeas.
Dentro del sector inmobiliario, son los mercados de oficinas, el logístico y el comercial los que más atractivos resultan para el inversor extranjero que desea realizar una inversión en Barcelona. La inversión en el sector residencial, por el contrario, resulta menos atractiva para un tipo de inversor que, seguramente, espera que el crecimiento económico se estabilice y que se ponga fin a cierta incertidumbre legislativa que puede afectar, de un modo más o menos determinante, tanto al sector de la compra como al del alquiler.