En los últimos tiempos se ha afirmado con demasiada ligereza que los españoles, tras la última crisis, habían cambiado sus patrones de comportamiento. Esta afirmación, más que ligera, es errónea, y lo demuestra el hecho de que, según las estadísticas, el principal destino de los ahorros de los españoles sigue siendo, como sucedía antes de la crisis, el sector inmobiliario y, dentro de éste, la vivienda. De entre el conjunto de los ciudadanos europeos, los españoles son los que más se endeudan y los que menos ahorran. Así al menos parece deducirse del estudio “Análisis de las decisiones de ahorro e inversión de los hogares españoles”, elaborado por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
De este estudio se derivan también una serie de aspectos que hay que tener en cuenta a la hora de analizar el comportamiento económico de los ciudadanos españoles. El primero de esos aspectos, capital, es que los ciudadanos españoles son más vulnerables e inestables económicamente que la gran mayoría de los ciudadanos europeos. ¿Por qué? Porque sus salarios son notablemente inferiores. Eso se traduce en un hecho fundamental: en caso de perder la fuente principal de ingresos, el 30% de las familias sólo podrían hacer frente al pago de un mes de hipoteca. Y un 15% de ellas no podrían enfrentar gastos más allá de 15 días. ¿Qué se traduce de eso? Que, con salarios bajos, es difícil que se puedan producir ahorros.
En el seno de la CNMV han surgido voces que recalcan la importancia de que las familias puedan aumentar el ahorro. Para ello, señalan, deben tomarse medidas que sirvan para activar políticas de aumento salarial y apoyar la negociación colectiva de los salarios. Estas mismas voces de la CNMV ven con buenos ojos que el salario mínimo interprofesional pueda ascender a 900 euros durante el próximo año.
Y es que la tasa de ahorro actual se encuentra en torno al 5%, entre siete y nueve puntos porcentuales menos que la media europea. Este bajo nivel de ahorro, unido al alto nivel de endeudamiento de los hogares españoles, impide que las familias españolas puedan invertir, lo que, en gran medida, explica parte del bajo desarrollo de los mercados financieros españoles y la generación de una economía de bajo valor añadido. Además, en los casos en los que se produce un repunte del ahorro, éste, como hemos indicado al inicio del artículo, acostumbra a dirigirse hacia el mercado inmobiliario, exactamente como sucedía antes de la crisis.
En los años anteriores a la crisis, en los del boom del mercado inmobiliario, entre el año 2000 y el 2006, el rendimiento de la vivienda estaba por encima del 20%. Eso, lógicamente, atraía a mucho inversor, entre ellos muchas familias españolas que pensaban que dicho comportamiento se prolongaría durante mucho tiempo. El estallido de la burbuja inmobiliaria echó por tierra esas esperanzas.
Que todo parezca volver al punto de partida y que el mercado inmobiliario sea, de nuevo, la primera opción de inversión es debido en gran medida a dos factores determinantes. El primero de ellos es la existencia de un régimen fiscal que prima la compra; el segundo, la debilidad estructural de un mercado del alquiler que no acaba de funcionar como debiera. Las familias españolas se encontraron antes de la crisis en una situación en la que el crédito bancario se incrementó, las facilidades para acceder a él se multiplicaron y en las que los tipos de interés favorecían el endeudamiento. La falta de educación financiera, al decir de los analistas de la CNMV, hizo el resto. Como resultado de todo ello se impulsó una economía que, impulsada por la demanda interna, generó un entorno en propenso al aumento de precios, en especial en el mercado inmobiliario.
¿Lo ideal? Según la CNMV, conseguir un equilibrio entre la inversión en vivienda y en activos financieros. Hasta que ese momento llegue, la inercia, en gran medida cultural, empuja a que el mercado inmobiliario sea la opción preferida por muchos inversores. Saber manejar esta situación puede permitir al inversor inmobiliario obtener unos apreciables beneficios a medio plazo. El reto es saber colocar el listón que separa el comportamiento inversor responsable e inteligente de la situación que condujo hace unos años al estallido de la crisis inmobiliaria.