Gran parte del futuro del sector de la construcción en nuestro país se juega en un terreno de juego que tiene un nombre: rehabilitación. Los datos proporcionados por el Ministerio de Fomento son suficientemente significativos. En 2015, por ejemplo, el 62% del negocio de la construcción residencial tuvo que ver directamente con la restauración y la conservación de edificios. En total, un volumen de negocio de algo más de 19.000 millones de euros, 7.000 millones más que los que movió la construcción de obra nueva.
Estos datos sobre la importancia de la rehabilitación en la actualidad en el negocio de la construcción contrastan claramente con los datos que el Ministerio de Fomento guarda sobre dicho negocio hace ahora una década. En 2006, por ejemplo, la rehabilitación apenas representaba el 15% del negocio de la construcción. En esa fecha, previa al estallido de la burbuja inmobiliaria, lo que primaba era la construcción de obra nueva.
La rehabilitación, según los expertos, adquiere una importancia especialmente relevante en aquellas localidades en las que, existiendo una demanda constante de vivienda, no se dispone de la oferta suficiente como para satisfacerla. Madrid y Barcelona serían, en ese sentido, el ejemplo perfecto de lugares en los que confluyen dichas circunstancias.
Por otro lado, Madrid y Barcelona disponen de un nutrido catálogo de barrios periféricos y populares que crecieron de una manera rápida y, en demasiadas ocasiones, descontrolada, en la época del desarrollismo, allá por los años sesenta del pasado siglo. De aquellos años se han heredado muchos bloques de pisos que, con malas condiciones de mantenimiento y no cumpliendo los estándares actuales de ahorro energético, son susceptibles de ser rehabilitados.
La renovación del stock de la vivienda gracias a la rehabilitación se convierte, así, en una tarea con un peso decisivo en el futuro negocio de la construcción, máxime cuando, cada vez más, el deseo de vivir en los núcleos urbanos está arraigando en buena parte del tejido social.
La rehabilitación de las viviendas debe servir para reducir el consumo energético de las mismas (lo que puede conseguirse desde cambiando las ventanas hasta renovando las fachadas con nuevos materiales) y para mejorar, finalmente, la vida de las personas. El informe Rehabilitación energética de viviendas: cómo mejorar la calidad de vida y combatir el cambio climático, realizado por la oenegé dedicada a la defensa de la naturaleza y el medio ambiente WWF y presentado durante el pasado mes de junio, intenta destacar que “la regeneración de los edificios de nuestras ciudades es una inversión social imprescindible en la actualidad”.
Sin duda, las tareas de rehabilitación de viviendas y edificios suponen un importante esfuerzo económico tanto para particulares como para comunidades de vecinos. Muchos analistas apuntan a que la implicación de la Administración para aliviar dichos esfuerzos debe ser fundamental para que la rehabilitación coja fuerza dentro del sector de la construcción y aseguro su futuro en los próximos años. Las ayudas para mejorar la conservación de los edificios, la calidad de los mismos, su eficiencia energética y su accesibilidad (instalación de ascensores, colocación de rampas antideslizantes, etc.) debe convertirse en una prioridad para una administración que, gracias a dichas actuaciones, conseguirá un doble objetivo. El primero, impedir que el parque de viviendas envejezca más allá de lo recomendable. El segundo, inyectar fortaleza y vitalidad a un sector económico, el de la construcción, que ha resultado afectado de manera especial en la reciente crisis.