La de la eficiencia energética es una de las grandes preocupaciones de la sociedad actual. El respeto por el medio ambiente implica la reducción de nuestro consumo energético. Esto, que afecta a todas las ramas de la economía, afecta también al mundo de la arquitectura y de la construcción. Cada vez se intentan construir edificios y viviendas que sean más eficientes energéticamente hablando. Y es precisamente la priorización de la eficiencia energética el gran objetivo de lo que se conoce como arquitectura pasiva.
Dismnuir al máximo el impacto ambiental, adecuar los edificios que se construyan a su entorno y diseñarlos de modo que se priorice ante todo el bajo consumo de energía son los tres objetivos principales del tipo de arquitectura al que estamos dedicando este artículo.
Historia de la arquitectura pasiva
El movimiento que defiende la creación de las llamadas casas pasivas tiene su origen en los años 70 del pasado siglo. Fue entonces cuando se fundó este movimiento que no hacía sino recoger una tradición tan antigua como clásica: la de adaptar la arquitectura a las condiciones climáticas del entorno. Eso, ni más ni menos, eran lo que hacían griegos y romanos al construir sus casas. No en vano, ya Sócrates escribió sobre este tipo de vivienda y defendió un tipo de construcción que debía aprovechar al máximo la luz solar. Sería sin embargo dos décadas después de ese movimiento del que hablábamos, y que estaba muy relacionado con la crisis energética que azotaba al mundo, cuando, al abrigo del estándar Passivhaus y gracias a su impulso, empezaron a construirse viviendas de este tipo en diversas partes del mundo.
Las pautas para determinar lo que es una vivienda Passivhaus las marcaron a finales de los 80 los arquitectos Wolfgang Feist y Bo Adamson y fue en 1991 cuando se construyó el primer edificio pasivo. Este edificio se construyó en Darmstadt (Alemania) y es un ejemplo de funcionamiento energético. Tras él, más de 25.000 edificios se han construido siguiendo el estándar Passivhaus.
En los últimos años, la arquitectura pasiva ha ido ganando adeptos en nuestro país. El primer edificio ajustado a dicho estándar se levantó en Granada en 2009: fue la conocida vivienda Assyde-Ecoholística. España, además, cuenta en su haber con la bilbaína Torre Bolueta. Este edificio, con una altura total de 88 metros, está considerado el rascacielos Passivhaus más alto del mundo.
Cada vez más, en los edificios construidos en España, se persigue esa eficiencia energética de la que hablamos en este artículo. Para medirla se utilizan los programas CERMA, HULC y CE3X. Las viviendas catalogadas como más eficientes energéticamente hablando reciben la calificación A. Para alcanzar dicha calificación es necesario que el objetivo esté claro tanto en el diseño inicial del proyecto como en la construcción del mismo.
Los detractores de este tipo de construcción alegan que la construcción pasiva es más caro que otros tipos de construcción. Los defensores de la misma, por su parte, aceptan ese hecho incuestionable pero sostienen al mismo tiempo que esa inversión inicial más alta se recupera rápidamente gracias al ahorro de energía de que se disfruta gracias a este tipo de arquitectura.
Factores a tener en cuenta para construir una casa pasiva
Para construir una vivienda pasiva hay que tener en cuenta una serie de factores. Esos factores son:
- La orientación.
- La luz solar que recibe.
- El aislamiento
- La ventilación natural cruzada.
Realicemos ahora un breve análisis de algunos de estos factores.
Luz y orientación en las casas pasivas
Una forma de ahorrar energía es diseñar la vivienda de forma que tenga una orientación que permita aprovechar al máximo la luz natural. Tener natural en el piso durante gran parte del día ayuda, sin duda, a rebajar la factura de la electricidad. Para ello hay que tener unas ventanas adecuadas para que dejen entrar la luz solar en invierno y unas protecciones solares que, en verano, permitan el paso de la luz evitando al mismo tiempo que el sol dé directamente.
Aislamiento de la vivienda
Si perseguimos la eficiencia energética de una vivienda debemos prestar atención especial al aislamiento térmico de la misma. Hay estudios que demuestran que el uso de instalaciones de refrigeración y calefacción supone en muchos casos la mitad de consumo energético total de una vivienda.
Disponer de un buen aislamiento térmico evita o disminuye las pérdidas de calor en invierno y el que el calor se filtre en el interior de la casa en verano. Es decir: gracias a un buen aislamiento en nuestra vivienda podemos paliar los efectos del clima y reducir los gastos en calefacción y refrigeración aumentando, al mismo tiempo, el confort interior de nuestro piso.
Para que el aislamiento cumpla dicha función, debe ser un aislamiento continuo. ¿Qué quiere decir eso? Que debe evitar los puentes térmicos y envolver todo el conjunto de la vivienda (fachadas, cubiertas, suelos, etc.). Un buen aislamiento térmico exterior (fundamental para que la vivienda sea energéticamente eficiente) debe poseer materiales que rocen en muchos casos los 20 centímetros de espesor.
Rol de la electricidad en la arquitectura pasiva
La arquitectura pasiva no solo se ocupa de reducir el consumo de energía. Se ocupa también de procurar que la energía que, por obligación, deba ser consumida, sea una energía verde. ¿Qué queremos decir con ello? Que los sistemas de calefacción y refrigeración, en caso de ser utilizados, estén alimentados por fuentes de energía renovables. Los sistemas solares térmicos para la producción de agua caliente sanitaria formarían parte de un diseño de vivienda pasiva. Las placas solares fotovoltaicas destinadas a producir electricidad, también. En las zonas muy frías, por su parte, las estufas de biomasa (que aprovechan para su funcionamiento materias orgánicas diversas pero de origen vegetal) también formarían parte de este tipo de diseño arquitectónico.