Por primera vez en varios años ya puede observarse algo de luz al final de ese túnel oscuro en que la crisis ha sumido a los más diversos sectores de la economía, incluyendo entre ellos al sector inmobiliario. Sí: el mercado inmobiliario se mueve. Tras tocar fondo a inicios del 2014, hay indicativos los suficientemente elocuentes y positivos como para poder afirmar que 2015 será el año que marque definitivamente la reactivación del mercado inmobiliario.

Los datos que proporcionan las diferentes sociedades de tasación apuntan a una estabilización de los precios de los inmuebles de segunda mano en este año. No se producirá todavía un repunte de los mismos, pero, al contrario de lo que ha sucedido durante los últimos años, dejarán de descender.

La estabilización de los precios de los bienes inmuebles permitirá que éstos se conviertan, de nuevo, en un codiciado producto de inversión. La escasa remuneración que a los inversores les producen tanto los depósitos como los fondos de inversión favorece la reconversión de las viviendas y locales de segunda mano en productos atractivos para inversores que deseen una buena rentabilidad a medio plazo. Mientras tanto, esos pequeños inversores han iniciado una lenta pero progresiva compra de inmuebles destinados al alquiler.

Junto a estos dos factores (la estabilización de los precios y el interés demostrado de los pequeños inversores) hay otra serie de aspectos de carácter macroeconómico que sientan las bases para el previsible y próximo relanzamiento del mercado inmobiliario. Uno de esos factores, fundamental, es el lento pero progresivo acceso a las posibilidades de crédito. Los bancos se vuelven a mostrar ligeramente favorables a la concesión de créditos. Si el Banco de Santander abrió el año ofreciendo préstamos hipotecarios con un diferencial del euríbor + 1,69%, son ya varias las entidades financieras que han iniciado una guerra por ofrecer préstamos hipotecarios con diferenciales que rozan el euríbor + 1%.

Al mismo tiempo, hay un factor psicológico importante que juega a favor de la reactivación del sector inmobiliario: el llamado efecto precaución se va diluyendo poco a poco. Esto se traduce directamente en un leve aumento del consumo interno. La gente ya no tiene tanto miedo a gastar. Ese aumento del consumo es fundamental para que la economía deje de contraerse y se expanda, como de hecho sucede. El incremento del Producto Interior Bruto (PIB) es el indicador que certifica dicho crecimiento.

Junto al crecimiento de la economía, el descenso del paro debe ser fundamental para que ese efecto precaución se diluya del todo y la gente, de nuevo, pierda el miedo a endeudarse para, por ejemplo, hacer frente al pago de un préstamo hipotecario. Los últimos indicadores de las tasas de desempleo hablan de un descenso del número de personas sin trabajo. Éste es uno de los grandes indicadores que pueden permitirnos el ser optimistas en cuanto a la recuperación económica y, con ella, de la reactivación del sector inmobiliario.

Por otro lado, y según demuestran una serie de estudios, el esfuerzo financiero a realizar para comprar una casa ha disminuido considerablemente. Si en 2007 había que dedicar aproximadamente el salario de 13,6 años a la compra de una vivienda, en la actualidad el esfuerzo financiero para comprar un piso debería ser el equivalente al de unos 7 u 8 años de salario medio.

Otro factor importante que favorece esta reactivación del mercado de la vivienda de segunda mano es el incremento del número de turistas que ha visitado España durante el pasado año. La cifra total de 61,7 millones de turistas incentiva lo que se ha llamado “exportación de viviendas”, es decir, la venta de viviendas a extranjeros que, habiendo visitado España, aspiran a comprar una vivienda aquí. En este aspecto, Barcelona es una ciudad que resulta muy atractiva para esos visitantes extranjeros que la escogen como una ciudad ideal en la realizar inversiones inmobiliarias. Comprar un piso en Barcelona vuelve a plantearse como una gran inversión de futuro y una excelente posibilidad de negocio.