El color no es inocente. El color, todo color, transmite, de manera implícita, una información. Y esa información tiene que ver mayoritariamente con lo anímico. Esto, que es una norma y un condicionante capital en el mundo del diseño, no puede (o no debería obviarse) en el de la arquitectura.
La arquitectura, como disciplina humanista y marcadamente interdisciplinaria que es, debe tener presente que el color predominante en un edificio influye sobre los estados de ánimo de las personas que viven en él o lo visitan y, por tanto, también sobre su forma de encarar el día a día y de comportarse.
Todo arquitecto, así, debería pensar, en el instante en que diseña su proyecto, en que el escoger un determinado color y rechazar otro no es solamente una decisión estética: es también una decisión que provocará que la persona que contemple ese color evoque ciertas sensaciones y experimente ciertas emociones. El arquitecto, así, debería tener presente, en ese instante, todo lo que la psicología nos ha enseñado sobre los efectos emocionales derivados del uso de un determinado color y de la combinación del mismo con otros.
Cuando hablamos del significado de los colores nos introducimos en un terreno en el que las sensaciones que nos producen los colores tiene que ver, por una parte, con la propia naturaleza del color y nuestra forma de reaccionar emocionalmente ante él y, por otra, con ideas preconcebidas que sobre el mismo se tienen debido a condicionantes culturales. De hecho, basta cambiar de cultura para comprobar cómo el mismo color puede ser interpretado de modos muy diversos. Aún así, las reglas generales que suelen utilizarse para describir los efectos que los diferentes colores nos provocan dicen que:
- El azul es un color asociado a la confianza y la armonía. La serenidad y lo espiritual son conceptos que suelen asociarse al color azul. No en vano, el azul es el color del cielo.
- El rojo es, por definición, el color de la pasión. Por algo es el color del fuego y es, también, el color de la sangre. Cuando se desea expresar vigor, se recurre al rojo. Cuando lo que se pretende transmitir es la idea de pasión y misterio, se intenta combinar el rojo con el color negro.
- El negro, por sí solo, es el color de la muerte en las culturas occidentales. También es el color de lo desconocido, el color que es, en el fondo, un no-color o, lo que es lo mismo, el color que rechaza la idea de color.
- El amarillo. Si el negro es, de alguna manera, un color asociado al dolor, el amarillo es un color que remite a la luz y al optimismo. Pero estos conceptos positivos pueden ser rápidamente matizados. Por un lado, el amarillo representa ideas de envidia y mentira. Por otro, combinado con el negro, transmite información que tiene que ver con la impureza y la inseguridad.
- El verde. Si hay algún color cuya contemplación remite directamente a la idea de naturaleza ese color es el verde. Considerado el color de la vida y la salud, el verde es también el color que simboliza la fertilidad y, por supuesto, la esperanza. Este color calma, relaja y hace bajar la tensión arterial.
- El blanco. Este color se asocia habitualmente a la idea de lo nuevo, de lo que comienza. Conceptos como limpieza, pureza e higiene están, también, asociados al color blanco. Si queremos plasmar las ideas de honradez y de bien recurriremos, también, al color blanco. Como vemos, el blanco es un color que remite siempre a conceptos positivos aunque solo en la cultura occidental, ya que en las culturas orientales el color blanco es el color con el que se asocia a la muerte.
- El púrpura. Tradicionalmente, el púrpura es el color que se asocia al poder y a la realeza. No en vano, éste fue siempre un color difícil de conseguir y, por lo tanto, caro. Por eso es un color que se utilizaba en el seno de la realeza y en celebraciones de carácter religioso.
Color y forma en arquitectura
Una de las escuelas de arquitectura en las que más se teorizó sobre el efecto de los colores y su uso en arquitectura fue la Bauhaus, a la que dedicamos recientemente un artículo en nuestro blog. Algunas de las discusiones que sobre el color se realizaron en la Bauhaus estaban centradas en la relación que guardan los colores con las diversas formas geométricas. Así, el azul estaría íntimamente relacionado con el círculo. ¿Por qué? Porque el cielo es azul y el hombre, desde la Antigüedad, ha tendido a representar el cielo como una especie de cúpula. Al color rojo, por su parte, le correspondería como forma geométrica el cuadrado. El argumento utilizado por los teóricos de la Bauhaus es que el cuadrado no es una forma geométrica que se pueda encontrar en la naturaleza.
Finalmente, hay una forma geométrica, el triángulo, que los teóricos de la Bauhaus asociaron con lo espiritual (no en vano, a Dios se le ha representado en múltiples ocasiones como a un ojo que mira desde dentro de un triángulo). Esta forma geométrica estaría relacionada, al decir de los teóricos de la famosa escuela de arquitectura alemana, con el color amarillo.
Si hay una serie de casos en los que la llamada psicología del color es tenida especialmente en cuenta en arquitectura es, fundamentalmente, cuando deben diseñarse y construirse colegios, residencias de ancianos, centros de salud mental o plantas hospitalarias infantiles. Al diseñarse y construirse espacios de este tipo se tiende a recurrir a determinados colores debido al efecto psicológico que los mismos tienen sobre las personas que deben permanecer o trabajar en ellos.
La planificación del uso de un determinado color en un proyecto arquitectónico debería tener en cuenta no solamente los aspectos detallados en este artículo hasta el momento y que guardan íntima relación con la psicología del color, sino que debería también tener en cuenta el tipo de iluminación, tanto interior como exterior, de la que va a gozar el edificio en cuestión, así como la capacidad que todo color tiene para interferir en las propiedades visuales de las formas. Y es que el arquitecto no debe olvidar nunca que el color interfiere tanto en la geometría de un objeto (el color interviene en la relación de la figura con el fondo, en la relación entre las partes componentes y en la percepción de la geometría del objeto en sí) como en las dimensiones del objeto, en el peso visual del mismo o en la percepción que se tenga de la textura superficial del acabado arquitectónico. Un mismo material puede contemplarse o percibirse de distinta manera dependiendo del color que cubra su capa más superficial.
Finalmente, ningún arquitecto obvia que el color en arquitectura puede ser también utilizado como un recurso de valor inestimable a la hora de embellecer una determinada construcción.