El de Rafael Moneo es uno de los grandes nombres de la historia de la Arquitectura en España. No en vano, hace ya más de dos décadas que este arquitecto nacido en Tudela en 1937 recibió el premio Pritzker (el Nobel de la Arquitectura, por decirlo de una manera popular). El madrileño Museo Thyssen ha dedicado una gran retrospectiva a quien fue el responsable no sólo de la primera remodelación del propio museo, sino también de la ampliación del Museo del Prado. Con esta exposición, el museo madrileño ha conmemorado de una manera especial su veinticinco cumpleaños y el octogésimo aniversario del nacimiento del célebre arquitecto.

La exposición organizada por el Museo Thyssen ha reunido 121 dibujos, 19 maquetas y 152 fotografías de 52 del total de los proyectos realizados y firmados por Rafael Moneo. Entre estos proyectos han figurado algunos tan simbólicos como la madrileña maternidad O’Donnell, la renovación de la estación de Atocha o el Kursaal donostiarra.

La exposición, de marcado carácter técnico, ha servido fundamentalmente para mostrar cómo es y cómo se ha desarrollado a lo largo de seis décadas la labor del arquitecto, es decir: qué pasos seguía como arquitecto Rafael Moneo para convertir en realidad lo que, en principio, existía sólo en su imaginación. Desde los primeros tanteos hasta el edificio construido todo arquitecto debe recorrer todo un proceso lleno de múltiples pasos. La exposición ha intentado, de alguna manera, mostrar esos pasos y demostrar la importancia que, en el trabajo de Rafael Moneo, ha tenido siempre el dibujo.

Dibujos a mano, axonométricas, etc.

El dibujo ha servido a Rafael Moneo, por ejemplo, para organizar su proceso mental durante el proceso del diseño y de la construcción de sus obras. El papel de croquis semitransparente (no siempre existió el ordenador ni los programas de diseño) ha sido a largo de toda su carrera como arquitecto el gran compañero de Rafael Moneo. Sobre dicho papel plasmaba Moneo sus ideas y es ese papel el que ha servido para contemplar con visión panorámica la obra del arquitecto. Por fortuna para los historiadores de la Arquitectura, Moneo se ha preocupado desde siempre del archivo de sus trabajos. En cierto modo, parece como si desde sus inicios profesionales Moneo hubiera tenido muy interiorizada la conciencia de que, cumplidos los ochenta años, el suyo iba a ser un nombre de referencia en la historia de la Arquitectura. Ese cuidado con el archivo de sus dibujos ha permitido, a día de hoy, contemplar la evolución de su obra desde que realizara, allá por los sesenta, una serie de propuestas para el concurso de la Ópera de Madrid.

El contemplar la exposición del Museo Thyssen sobre la obra de Rafael Moneo nos ha permitido ver cómo Moneo realizaba sus dibujos a lápiz, sin emplear en ningún momento la tinta china. La exposición permite constatar cómo, en sus primeros proyectos (la propuesta de la plaza del Obradoiro sería uno de ellos), Rafael Moneo definía los volúmenes de sus creaciones utilizando la técnica del sombreado. Esos dibujos no eran dibujos técnicos. Sólo intentaban mostrar el espacio que había que construir. La citada propuesta para la famosa plaza compostelana sirvió a Moneo para conseguir una beca para estudiar durante dos años en la Academia de España en Roma.

El que Rafael Moneo disfrutara de esta beca en Europa fue determinante para la formación de su estilo. Alejado de la vanguardia que en aquel momento estaba haciendo furor en América, Moneo se sirvió de la arquitectura del pasado para forjar su estilo y para fraguar un concepto arquitectónico según el cual el arquitecto debe valerse de la historia de la Arquitectura para crear su propia obra.

En cierto modo, Moneo heredó los preceptos artísticos del arquitecto e historiador italiano Bruno Zevi. Para éste, la historia de la arquitectura debía enseñarse en las mesas de dibujo. La proyección de un edificio, por su parte, debía enseñarse en los laboratorios de historia. Así, para Moneo, heredero de esa concepción, el dibujo debe servir para ayudar a entender la construcción del edificio.

Si todo gran arquitecto tiene una obra que le consagra internacionalmente, en la vida profesional de Rafael Moneo esa obra es el Museo de Arte Romano de Mérida. Ahí se ve, como en ninguna otra de sus obras, el resultado del mencionado contacto del arquitecto navarro con la arquitectura del pasado. Lo que Rafael Moneo hizo al diseñar el Museo de Arte Romano de Mérida fue, en cierto modo, reconstruir un gran espacio romano que permitiera integrar ruinas y restos en un edificio que posee características propias de la arquitectura contemporánea.

Los dibujos de Moneo para este trabajo son, ciertamente, excepcionales. Moneo realizó aquí algunos de sus mejores dibujos, auténticas obras de arte que integran detalles tales como pueden ser los ladrillos de que están construidos los muros, el hormigón estructural del edificio, los mosaicos que van a exponerse en ellos, la iluminación interior del Museo o, incluso, las barandillas del mismo.

Moneo frente a la infografía

La exposición sobre Rafael Moneo ha permitido comprobar también cómo poco a poco la Arquitectura (o, mejor dicho, los arquitectos) pasaron en un momento dado de fundamentar su trabajo en el dibujo a mano a hacerlo en la infografía. Las nuevas tecnologías traen, poco a poco, otra forma de trabajar. El ordenador va ganando terreno al lápiz, que queda relegado prácticamente a la tarea de traducir en trazos rápidos las primeras ideas de un proyecto. Pero Rafael Moneo sigue utilizando el dibujo como base fundamental de su proceso creativo.

La magnífica exposición del Museo Thyssen se ha servido de dos ejemplos de altura para demostrar esa fidelidad de Moneo al dibujo a mano como herramienta de trabajo. Esos ejemplos son la catedral de los Ángeles y el auditorio Kursaal de San Sebastián. De estas obras se muestran también maquetas de madera y metacrilato que permiten no sólo contemplar las líneas exteriores de los edificios, sino también su interior.

La tarea educativa de Moneo

La exposición sobre Rafael Moneo en el Museo Thyssen ha servido también para dar cuenta de la tarea educativa del arquitecto navarro. Moneo ha sido un gran renovador de los métodos docentes tanto en Europa como en Estados Unidos, donde ha impartido clases en universidades tan prestigiosas como las de Princeton y Harvard. Fue precisamente allí, en Estados Unidos, donde Moneo recibió el influjo estilístico que había de permitirle alejarse de su primer academicismo para avanzar hacia nuevas propuestas formales. Ese nuevo influjo cargado de aires contemporáneos habían de permitirle, por ejemplo, realizar la ya mencionada obra del Museo de Arte Romano de Mérida.