Faltan tres semanas. Sólo tres semanas. Apenas nada para conocer una decisión que afectará de una manera radical al futuro de la Unión Europea y, con ello, a toda la economía de la zona euro. La decisión la tienen que tomar los ciudadanos británicos, en referéndum, el próximo 23 de junio. La pregunta a la que los votantes británicos deben contestar con un sí o un uno en dicho referéndum es la siguiente: “¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea?”.

No hay un pronóstico claro sobre el resultado del referéndum británico de permanencia en la Unión Europea. El premier británico, David Cameron, está haciendo campaña por el Sí, pero ha dado carta blanca a sus ministros para que voten lo que crean oportuno. No habrá, pues, responsabilidad colectiva entre los miembros del Partido Conservador. Sí votarán unidos por el Sí tanto los miembros del Partido Laborista como los del liberal demócrata.

Pese a esta práctica unanimidad de posturas a favor del Sí (posturas reforzadas por el apoyo decidido al Sí por parte de la mayor parte de líderes occidentales, incluyendo a Obama), las encuestas (muy desprestigiadas en Inglaterra tras su estrepitoso desacierto en las últimas elecciones generales) hablan de un resultado muy igualado. La victoria del Sí en el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea significaría en la práctica que todo, salvo algunos pequeños detalles, continuaría como hasta ahora. Esos pequeños detalles serían los que James Cameron ha estado negociando con la Unión Europea para implicarse a fondo en la campaña por el Sí. Pero, ¿y si sale No? ¿Y si los ciudadanos británicos decidieran que su país debe abandonar la Unión Europea? ¿Qué consecuencias tendría ello para la economía europea en general y, más concretamente, para su sector inmobiliario?

Que las transacciones inmobiliarias dentro del Reino Unido se han ralentizado es algo que no puede ocultarse. Los números son los que son y el Banco de Inglaterra los ha mostrado muy a las claras. En los primeros meses del año, las transacciones inmobiliarias en Inglaterra se han un 40%. Quizás todo se deba a un movimiento de reserva de los inversores a la espera de ver cuál es el resultado del referéndum del 23 de junio. Para muchos analistas, sin embargo, esa contracción del número de transacciones inmobiliarias en el Reino Unido no sería sino un pequeño anticipo de todo lo que podría suceder en caso de que Reino Unido distanciara sus pasos de los de sus actuales socios europeos. Las orejas del lobo, como si dijéramos.

Se habla de shock económico y de caídas del precio del sector residencial británico entre un 10 y un 18%. ¿El motivo? La más que previsible depreciación de la libra esterlina si el No triunfa en el referéndum. Y el súbito enfriamiento de un mercado inmobiliario británico recalentado en exceso. La salida de Reino Unido podría producir, pues, según muchos analistas, la corrección de precios en el sector residencial del mercado inmobiliario británico.

¿Y el europeo? ¿Cómo se vería afectado el sector residencial del mercado inmobiliario europeo si se produjera la salida del Reino Unido de la UE? Negativamente, muy probablemente. Al depreciarse la libra esterlina respecto al euro, los activos inmobiliarios valorados en euros perderían atractivo para los inversores británicos. Así, y según apuntan estos analistas, se ralentizaría la compra de activos inmobiliarios residenciales en la eurozona por parte de los inversores británicos.

Y el resto de sectores, ¿cómo reaccionaría? Muy probablemente, y según muchos analistas, del mismo modo. Es decir: que también el segmento comercial y el de las oficinas padecerían una ralentización de la actividad inversora y, con ello, una corrección a la baja de los precios.

Todas estas correcciones y ralentizaciones no deben ser entendidas, sin embargo, como avisos o símbolos de un desplome masivo de la actividad económica en el sector inmobiliario. Un inmueble en Londres siempre dispondrá de atractivo y siempre tendrá un comprador dispuesto a adquirirlo.

La gran pregunta que se hacen los analistas es saber hasta qué punto la hipotética salida británica de la zona euro propulsaría un trasvase de capitales hacia otros mercados europeos. Hay analistas que, amparándose en la liquidez y claridad del mercado inmobiliario inglés en general y londinense en particular, afirman que no se producirá un trasvase de la inversión hacia otros puntos geográficos europeos. El hecho de que la inmensa mayoría de las inversiones que llegan desde los cuatro puntos cardinales del planeta con destino a Europa pasen por la City resguarda el papel capital fundamental que ésta desempeña en el funcionamiento del mercado inmobiliario en Europa. Otros analistas, por el contrario, sostienen que el segmento de oficinas en ciudades como Frankfurt, París o Madrid sí podrían despertar el interés de las grandes firmas internacionales que hoy están instaladas en Londres.

Las respuestas a todas estas preguntas irán dándose tras el 23 de junio. Ese día será el pueblo británico quien decida su futuro y, en gran parte, también el del resto de países de la Unión Europea. Y del nuestro, por supuesto, entre ellos.