500.000 euros. Por ahí rondan los precios de las viviendas de segunda mano sin reformar y para cuatro personas en el cuadrante Tetuán-Clínic-Diagonal-Gran Vía. Ése es el dato que conocemos gracias a un artículo firmado por Meritxell M. Pauné y aparecido en La Vanguardia el pasado 31 de agosto. El titular de dicho artículo, “La vivienda familiar cede paso al alto standing en el centro del Eixample”, es bastante ilustrativo sobre un fenómeno que se está produciendo en la capital catalana y que, sumado al incremento de los alquileres (del que ya hemos hablado en más de un artículo de este blog), da cuenta del momento de vitalidad que vive el mercado inmobiliario barcelonés.

Las estadísticas municipales, apunta Meritxell M. Pauné en su artículo, registran el hecho de que la media por metro cuadrado en un piso de segunda mano del Eixample ha superado ya la barrera de los 5.000 euros, el nivel más alto desde que, hace ya casi dos años, el precio de venta medio subiera progresivamente mes tras mes. Barcelona es la ciudad que ha liderado el incremento de los precios de venta en España, la primera capital del Estado en la que ha podido constatarse la progresiva recuperación del mercado inmobiliario.

La subida de los precios a los niveles alcanzados es un proceso que circula paralelo a otro fenómeno que hemos destacado ya en algún artículo de nuestro blog: la aparición de un nuevo tipo de comprador. Este comprador es un profesional extranjero y cosmopolita que, habiendo visitado la ciudad, ha quedado prendado de ella y ha decidido adquirir una vivienda en ella bien sea como inversión, bien porque tienen que trabajar aquí parte del año, bien porque desean instalarse en ella tras su jubilación. Este nuevo tipo de comprador posee un alto poder económico y acostumbra a pagar al contado.

Meritxell M. Pauné destaca en su artículo cómo este encarecimiento de la vivienda “modifica poco a poco el paisaje humano de Barcelona”. El cambio del tipo de vecinos en un barrio implica, siempre, un cambio del tipo de comercios y servicios en dicho barrio. Este fenómeno, que tiene un nombre (gentrificación) y que hace que poco a poco los centros urbanos se vuelvan cada vez más yuppies y que las familias tradicionales se vean obligadas, cada vez más, a trasladarse hacia la periferia, no es nuevo. Ciudades como Londres, París o Berlín ya lo vivieron hace una década. Ahora lo está viviendo Barcelona.

Los indicios que hablan de la progresiva gentrificación de Barcelona son claros. Un ejemplo: sociedades de inversión extranjeras compran edificios enteros para reformarlos y colocarlos a un precio muy superior al actual. En muchas ocasiones dichas compras vienen acompañadas de una expulsión conflictiva y traumática de los vecinos que en ese momento habitan en esa vivienda. En el artículo de Pauné se habla de una veintena de propiedades verticales de este tipo.

Otro ejemplo que plasma de manera más o menos clara cómo Barcelona se halla inmersa en un proceso más o menos acelerado de gentrificación es el patrón de comportamiento de dichos fondos de inversión y de algunos pequeños inversores. Tanto unos como otros optan por la compra de pisos amplios y bien situados en el Eixample para, a partir de su compra, proceder a su realquiler. Y es que el mercado inmobiliario, lo hemos señalado en algún artículo, sigue proporcionando buenas perspectivas de rentabilidad en Barcelona. En la capital catalana, la rentabilidad del alquiler estándar ronda el 7% bruto (5% neto), algo sensiblemente superior a la rentabilidad ofrecida por los productos bancarios tradicionales en este tiempo de tipos de interés bajo mínimos. Esa rentabilidad se ve incrementada por encima del 10% cuando el piso es destinado al alquiler vacacional. Estas perspectivas de rentabilidad han hecho que un inmueble con licencia turística pueda llegar a alcanzar, tal y como se apunta en el mencionado artículo de La Vanguardia, los dos millones de euros.